Autor: Yamile Sanmartín

El 3 de diciembre de 2019, la Asamblea Nacional aprobó el proyecto de reformas al Código de la Democracia, buscando, en teoría, garantizar la participación ciudadana en igualdad de condiciones, y cambiando el método de asignación de escaños D’Hondt al método Webster. Este cambio proponía favorecer y visibilizar las minorías de representación política vigente; sin embargo, sus resultados en lo que refiere a la representación de la mujer en la política, aún son cuestionables.

De hecho, seguimos viendo que dichas reformas no se han cristalizado en resultados de representación política igualitaria para las mujeres. En las elecciones de febrero de 2021, los hombres siguieron obteniendo mayores asignaciones en los espacios políticos del país: de los 16 binomios que fueron aprobados para participar por la presidencia y vicepresidencia del país, solamente uno estuvo liderado por una mujer; mientras que, de entre los restantes, apenas 9 contaron con una mujer como candidata a vicepresidenta. Por otro lado, de las 17 organizaciones políticas aprobadas para presentar candidatos a asambleístas nacionales, 13 estuvieron lideradas por hombres y solo 4 por mujeres. (CNE, 2020)

Según los datos preliminares del Observatorio Nacional de la Participación Política de la Mujer (2021), 43 mujeres fueron electas como asambleístas provinciales, en comparación con 73 hombres que obtuvieron dicho cargo; 2 mujeres fueron electas como asambleístas por el exterior; en contraste con 4 hombres que obtuvieron el cargo; 7 mujeres fueron electas como asambleístas nacionales, en contraste con 8 hombres que obtuvieron el cargo. En la elección de parlamentarios andinos fue el único caso en que más mujeres resultaron electas: 3 mujeres y 2 hombres. Es decir, en lo que se refiere a la Asamblea Nacional, de sus 137 curules, 52 serán ocupados por mujeres y 85 por hombres: un total de 38% de representación femenina frente a un 62% de representación masculina. En lo que refiere a las representaciones provinciales, las cifras podrían variar levemente.

Entonces, ¿contribuyó la reforma electoral a solucionar el problema de la inequitativa representación política de la mujer? La respuesta es no. Las cifras de 2021 son muy similares a las de las elecciones legislativas de 2013 y 2017 en las que 52 y 51 mujeres resultaron electas como asambleístas, respectivamente. Aunque la reforma proponía favorecer la asignación de escaños de las minorías a través de listas cerradas y bloqueadas, no contribuyó a mejorar la situación en términos paridad de género en la elección de dignidades, porque quienes encabezaron las listas siguieron siendo hombres, teniendo, por tanto, mayor probabilidad de ‘entrar’ en la Asamblea que la mujer que les seguía en su respectiva lista, puesto que el electorado cuando se enfrenta con la papeleta elije o reconoce a quien encabeza la lista (Garzón y Cahuasquí, 2021). En el caso de elecciones “en plancha”, además, se puede acentuar el arrastre que el candidato presidencial tiene.

Entre tanto, un método de asignación de escaños, sea cual sea, no puede garantizar de forma instantánea (ni paulatina) la paridad de género si no se superan primero los obstáculos en las estructuras del diseño electoral que están enraizadas en el interior de las organizaciones políticas y que privilegian la asignación de los hombres a la cabeza de sus directivas, afiliados y adherentes. A su vez, esto refleja fielmente lo que sucede en la sociedad, de manera general. A ello se le suma una escasa cultura política que permite que se agreda y denigre a las mujeres por su vida privada y doméstica cuando ellas deciden participar en espacios políticos.

Los cambios se vienen dando, pero se requiere cambiar el trasfondo de las estructuras políticas, encaminados a transformar los viejos paradigmas que segregan y no suman. Mientras en nuestra sociedad se sigan manteniendo las mismas estructuras patriarcales de poder, sin duda habrá una violencia latente que seguirá obstaculizando los procesos sociales para las presentes y futuras generaciones.

Las mujeres debemos mantener sororidad en el camino hacia la equidad, como un aliento a luchar por las mismas causas. Debemos procurar una cultura política donde todas y todos seamos participes, conscientes y responsables, transcender de lo establecido como tema meramente electoral a formar parte de lo cotidiano, del día a día en cualquier espacio y momento, construyendo un mundo de paridad e igualdad para un verdadero cambio político y social.

REFERENCIAS:

  • CNE. (2020). CONOCE TU CANDIDATO. https://candidatos2021.cne.gob.ec/
  • Garzón y Cahuasquí. (2021). Vista de Sistema electoral ecuatoriano, ¿concentrador o proporcional?: una aproximación crítica a las reformas del 2019-2020. Estado & Comunes, Revista de Políticas y Problemas Públicos. https://doi.org/https://doi.org/10.37228/estado_comunes.v1.n12.2021.208